Jugando a ser mayores.

Cuando íbamos a infantil deseábamos que tocara el timbre que indicaba el recreo para abrochamos solo el ultimo botón de nuestro babi, sacar los brazos de el y echarlo atras mientras corríamos todos juntos con un brazo estirado y el puño cerrado. Eso para nosotros era la definición de felicidad, soñábamos con que de mayores, cuando saltáramos desde un escalón saliéramos volando, simplemente queríamos ser superhéroes.
Luego llegamos a primaria y nos reuníamos todos en una esquina del patio para creernos una gran familia con el papa y la mama regañando a sus hijos y todo el dis gritando y dando ordenes. Los hijos de estos padres de seis años eran unos rebeldes, por supuesto, que soñaban con ir de fiesta y aislarse en su habitación imaginaria para realizar su labor como adolescente de quince años. Tambien éramos felices, esta vez no soñábamos con ser algo mágico, no, esta vez queríamos ser como nuestros hermanos, queríamos ser mayores.
Ahora, que seguimos jugando a este juego pero, la mayoria de las veces sin darnos cuenta, nos intentamos llenar la cabeza de preocupaciones tan simples como el color del que me voy a poner la camiseta esta tarde o la escusa que les voy a poner a mis padres para que me dejen salir hasta más tarde, nos sentamos en la cama y apoyamos la cabeza en la almohada, nuestra gran confidente, nuestra compañera de este nuevo nivel del juego.